El amor es difícil
A veces podemos ser muy fríos. Otras veces excesivamente intensos. Va con carácter, con momentos y circunstancias. Y el amor necesita encontrar su lugar. Porque a veces puede convertirse en exigencia, en invasión, en cadena. Quieres apresar al otro, poseer, y se generan dependencias terribles. Los celos, en la relación de pareja, o en la amistad, son uno de los peores demonios que muerden a la gente. También puede ocurrir lo contrario. Blindarse contra el otro, querer mantener a toda costa la propia independencia, la propia seguridad, no hacerte vulnerable por temor a ser herido. Y, en consecuencia, guardarte siempre tu propio espacio al que nadie puede acceder. Pero, a veces, el amor necesita dar entrada al otro en las facetas más importantes de la vida. El amor de Dios no apresa, pero está cerca. No invade, pero quiere entrar en la propia vida. Y puede ser un modelo para lo que cada uno vivamos en el día a día.
¿Hacia dónde oscilas tú, cuando de amar se trata? ¿Eres más posesivo? ¿Más distante? ¿Se te ocurren otros desequilibrios o equilibrios posibles en el amor?
No siempre todo son días de vino y rosas. Parece que hablar de ‘amor’ es hablar de buenos sentimientos, encuentros, amistad, pasión, pareja, correspondencia… Pero la verdad es que amar es, también, estar dispuestos a pasar por épocas difíciles, por momentos en que hay quien ama más y quien responde menos. El propio Dios se lamenta, en algunos pasajes bíblicos preciosos, a través de los profetas, por el desamor de su pueblo. Amar es, también, estar dispuestos a luchar por los otros, para recuperar a quienes queremos. Es estar dispuestos a sortear obstáculos, a lidiar con problemas, a perdonar, a dejar que cicatricen algunas heridas…
¿Cómo lidias tú con la dificultad del amor?
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