HABLANDO DE HONESTIDAD.... De trampas va la cosa
Hace unas semanas asistimos, incrédulos, al juicio por trampa en los
paralímpicos de Sidney 2000. Resulta que la selección española de
baloncesto, ganadora de la medalla de oro en aquella ocasión, solo tenía
dos jugadores con alguna discapacidad. El resto estaban tan sanos como
el que más. Entre los "argumentos" que vieron la luz esos días, se
justificaba la cosa diciendo que los rusos -rivales en la final- también
tenían algunos jugadores que parecían perfectamente saludables. Se ha
zanjado la astracanada con una multa de 4.500 euros para el responsable
de la federación que urdió la trampa. ¿Y cuál era el objetivo de una
treta así? Parece ser que obtener después dinero y subvenciones para el
deporte de las personas con discapacidades. Y uno se queda de piedra,
asqueado, molesto y estafado, porque no todo vale. No todo vale, por muy
interesante que sea el resultado. Por muchas subvenciones que se
obtengan para el deporte o para la investigación. Por muy prescrito que
pueda estar por haber ocurrido hace trece años, o porque no haya
legislación y por tanto no hablemos de delito.
He pensado estos días en la película "El golpe". Dos caraduras muy
simpáticos urdían un plan para estafar a un mafioso. Todo muy jocoso,
muy jovial, muy entrañable. No sé por qué me vino a la cabeza. Quizás
por contraste. Porque a esto de Sidney no le encuentro ni la más mínima
simpatía, justificación o entraña. Si se pervierte también el deporte
paralímpico; si se insulta de la manera más burda a aquellos que,
luchando contra sus propias heridas, plantan cara a la adversidad y
tratan de superarse; si algo como esto es tan solo un suma y sigue en la
lista de tropelías, miserias y timos que salpican nuestro horizonte
cotidiano, vamos hacia un precipicio. Las trampas son trampas, y no
están bien. Supongo que hay que aprenderlo desde el principio, desde lo
más cotidiano. No está bien copiar en los exámenes, no está bien falsear
la verdadera competición, no está bien hacer uso ilegítimo de los
dineros públicos... Hay tantas cosas que no están bien que, si perdemos
la capacidad de detectarlas estamos perdidos.
Yo exigiría que esos hombres que jugaron a estar rotos se plantasen
delante de aquellos otros hombres que, estando de verdad rotos, sin
embargo resistían y plantaban cara. Y que les explicasen los motivos
para algo así. Me gustaría que se les cayera la cara de vergüenza.
Porque lo contrario es ser un sinvergüenza. Y de eso ya vamos sobrados.
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